En esta quinta entrada de “Hablando de espiritualidad” recojo algunas preguntas que me habéis hecho, junto a otras que supongo que os podéis hacer, para que nos aclaremos mejor con este tema.
Tú verás si te interesa intentarlo o no, pero esto dice mucho más si tienes experiencia. Y como experiencias significativas ya tienes, ahora se trata de que contrastes las tuyas, las que has vivido, con lo que estamos diciendo aquí, para ver qué tiene que ver esto con tu vida. Si no, solo serán ideas, y las ideas no mueven nada…
¿Qué dicen las experiencias significativas acerca de quiénes somos y de para qué estamos en la vida? Dicen algo que viene de fuera, algo que, como lo espiritual, no viene de la dimensión controlable y conocida, sino de esa otra dimensión, real pero invisible e inapresable, que es la dimensión espiritual. Al principio cuesta incluso percibirla, si no tienes mucha costumbre de escucharla. A medida que vas atendiéndola, la percibes mejor y empiezas a ver lo que decimos aquí: que la dimensión espiritual, porque dice una verdad más profunda sobre ti, sobre la vida, sobre Dios/el Trascendente y sobre todo lo que nos rodea, ha de ser atendida en primer lugar, porque lo que esa experiencia nos dice trae sentido y consistencia a todo lo que vivimos.
Yo sí he experimentado esto que dices, pero es tan distinto de mi vida normal que no sé cómo trasladarlo a ella, ¿cómo se hace? Lo primero, no dejes que se pierda, como imposible, el sabor, ese espíritu diferente que la experiencia te ha traído. Guárdalo en ti como verdadero, puesto que te sucedió. Lo guardas si no lo niegas, lo guardas si intentas comportarte en respuesta a lo que ha sucedido. Por ejemplo, si vamos a la experiencia de infancia que cuenta Wordsworth (está en la entrada III de esta serie: https://vivirvivir.com/hablando-espiritualidad-iii/ III), puedes aferrarte a la terca ´objetividad` que te dice que aquello ya no está; pero también puedes abrirte a la humilde confianza de que la realidad es así como la viste un día, aunque ya no sepas recuperarla. Con esta segunda actitud mantienes abierta tu mirada a ese más que, si bien no está a tu alcance, está ahí y obliga a tu mirada a no olvidarlo. Por de pronto, esta actitud abre tu mirada al más y reconoce el más como deseable. No es poco.
Otro ejemplo. Vamos a suponer ahora que la experiencia que has vivido es un estremecimiento amoroso y muy gratuito ante un bebé –siendo tú una persona, en la vida que vives, que no puede tener hijos y lo deseas mucho, y bastante posesiva a la vez-. No sabes cómo prolongar esta experiencia que te ha llenado tanto. Si la miras desde tus parámetros de siempre, tenderás a pensar que Dios/el Trascendente te ha jugado una mala pasada, porque tú no puedes vivir eso. Si eres de mentalidad mágica (siempre autorreferencial), verás esta experiencia como una premonición que se te va a dar (y no es esto, porque esto implica aferrar la experiencia, y no va de eso). Si te abres a lo nuevo que has sentido, reconoces que te has vivido de otro modo que el tuyo habitual, que te has sentido con diferencia más plena de lo normal, lo que te revela que el apego al deseo de un hijo te está haciendo daño, y que el amor gratuito, aunque aún no lo sepas vivir, te salvaría. No sabes cómo prolongar esta experiencia, pero solo con permanecer, sin negar, lo vivido, tienes un faro que te ilumina por donde continuar.
Espero que estos dos ejemplos sirvan de cómo hacer para prolongarlas.
¿Cómo sé cuándo habla mi ego y cuándo habla mi yo profundo, el que está conectado con Dios/el Trascendente? Esto lo trataremos en otra entrada aparte, porque aquí no tenemos espacio. Pero la voz del ego, cuando aprendes a reconocerla, suena como una distorsión fundamental –como una persona que no está en el lugar que le corresponde, que por más que haga, disuena; como un conejo en el mar, que por más que haga, disuena-. Las experiencias significativas vienen de Dios/el Trascendente y hablan al yo profundo, que es capaz de escucharlas adecuadamente. El yo profundo experimenta acuerdo con la experiencia, y en estado de apertura, se ve capaz de responder a ella, dando como resultado un modo de vivir que saca lo mejor de nosotros mismos. Pero volveremos sobre esto…
¿Por qué es mejor esta espiritualidad que la otra, esa que cuestionabas en los dos primeros post de esta serie? Prefiero no hablar en términos de “mejor” o “peor”. Este modo de hablar es demasiado “nuestro”, egocentrado y controlador. Lo que digo es que cuando una persona habla de espiritualidad y parece que lo que recibe, a la vez que lo percibe como una riqueza, no la saca de sí (todo movimiento espiritual, todo movimiento amoroso implica salir de nosotros mismos hacia lo otro), da lugar, por así decir, a una espiritualidad “abortada”, porque se queda en sí misma. Eso es lo que veo en estas espiritualidades de la modernidad: queremos abrirnos a una dimensión espiritual porque sin ella nos ahogamos, porque sin ella la realidad resulta demasiado chata… argumentos que pueden ser buenos para abrirse a esa dimensión espiritual, pero que en algún momento nos confrontan con ese más al que me he referido varias veces, ese que me va mostrando que abrirme a la dimensión espiritual que necesito y que me desborda exige, de mi parte, pagar algunos precios: el precio de abrirme más allá de mí, relativizando lo que he llamado “mío”; el precio de dejar de controlar y dejarme conducir; el precio de asumir mi lugar de criatura, de ser referido a un Ser, sin tener la clave en mí misma; el precio de dejar que se vaya cayendo lo que había construido para hacer espacio a eso que sin duda, y aunque me haga temer, es mejor…
Has empezado hablando de espiritualidad, y la has conectado con las experiencias significativas: ¿son las experiencias significativas la única forma de acercarse a la espiritualidad? Para nada. La dimensión espiritual es muy rica, y se nos comunica de muchas maneras. He escogido fijarme en las experiencias significativas por varios motivos. Primero, porque experiencias significativas tenemos todos, y todos podemos reconocer en ellas ese más, a poco que volvamos sobre nuestro interior. También porque en ellas se ve claro ese “venir de fuera” que nos saca de lo nuestro y que muestra de qué modo tan real y tan poco esotérico –sí misterioso- recibimos esos sabores, o palabras, o inspiraciones que vienen de otra parte. Y también, porque las experiencias significativas nos dan el guión, el itinerario de esa vida que se dirige personalmente a cada uno y que nos muestra de qué modo lo espiritual se puede convertir en fundamento de todo lo demás que vivimos (estas experiencias son profundamente cotidianas, profundamente espirituales y profundamente personales, todo a la vez), y cómo lo espiritual, siendo la dimensión que contiene todo lo demás, he de vivirlo de un modo profundamente personal, tal como me muestran dichas experiencias.
Es posible que estas preguntas hayan conectado con las tuyas. Si no es así, puedes plantear las tuyas en los comentarios, para que sigamos preguntándonos entre todos.
Espero que estas entradas te estén aclarando en relación a lo espiritual, y al lugar y el valor que tiene, o puede tener en tu vida. Si no, ¡pregunta en los comentarios!
La imagen es de Alex Guillaume, Unsplash
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