En estas entradas vamos a hablar de aprender a vivir, y vamos a hablar de ello en clave de proceso. “Para aprender a vivir, hace falta toda una vida”, dicen que decía Séneca. Por eso, todas las ocasiones, tan numerosas a lo largo del día, de la semana, del mes, del año, de los años en que suceden cosas, son materia de vida, materia para aprender a vivir, para reaprender, para seguir aprendiendo… ¡ en lo que hemos vivido tenemos, a la hora de aprender un tesoro más grande que los de la cueva de Alí Babá!
Marga tiene un bar. Estaba deseando volver a abrir cuando terminara el confinamiento, pero cuando le informaron de los protocolos que se exigen de distancia entre las personas, de higiene de las mesas y sillas, del mobiliario en general… casi le da un ataque de nervios. Volvió al antiguo “no puedo, esto es imposible, me muero”, que tantas veces, lo sabe, ha sido su respuesta a cualquier dificultad, grande o pequeña.
Como ya va aprendiendo, esta vez la reacción fue distinta: según se escuchó diciendo “no puedo, esto es imposible, me muero”, lo cambió por la frase que ha decidido conjugar en cambio: “puedo, lo haré, será mi mejor marca”. Al principio, claro, no se lo cree. Pero luego empiezan a pasar cosas: lo primero, su cuerpo empieza a reaccionar, como si se ensanchara su capacidad física: deja de sentirse pequeña ante “eso grande”, lo que sea que se le venía encima, y empieza a sentirse grande, más grande que eso. Luego, desde esa altura, ya no ve “el problema” como un todo, sino que ve partes, y cuando sigue mirando, sabe qué atenderá primero y qué atenderá después, qué es más importante y qué menos… incluso, empieza a encontrar motivos de contento en esto que pasa: el agradecimiento por este protocolo que te dice cómo hacer, la alegría por poder poner tu granito de arena a esta vuelta a la normalidad después del confinamiento, de manera que los clientes se encuentren seguros y cómodos.
Esta es la historia que nos va a acompañar hoy en este proceso de aprender a vivir. Es una historia pequeña, me dirás. Es verdad. Pero el que pierde estas batallas pequeñas, ni soñar puede enfrentarse a las grandes. No nos engañemos. Jesús de Nazaret, de quien aprendo tanto, lo dice de otra manera: “el que es fiel en lo poco, también lo es en lo mucho” (Lc 16, 10). Así que vamos a volver sobre esta historia, porque siempre, para aprender a vivir, hemos de volver sobre lo que nos hemos encontrado en la vida.
Esto ya lo sabe Marga. Sabe cuál es su reacción primera, tantas veces repetida. Y no la quiere, porque sabe cómo se encoge con ella, sabe que es una reacción aprendida, pero que no es verdad. Lo que ha hecho para desaprenderla es generar una respuesta nueva, la que quiere tener: “puedo, lo haré, será mi mejor marca”. De esa manera, ya se pone otro objetivo mejor que el primero, el que desea tener. Así como la primera frase le produce encogimiento y alimenta esa primera reacción de impotencia, la segunda le hace levantar la cabeza y mirar más allá, a lo que el cuerpo responde dejando de defenderse y abriéndose a recibir.
Cuando haces esto, recuperas el orden de las cosas. La verdad es que somos capaces, que podemos, si miramos a la realidad de frente: no desde el encogimiento que dicta el miedo, la inseguridad o el desánimo, sino desde la conciencia lúcida de nuestra capacidad. No estamos diciendo que lo podamos todo pero sin duda, hay muchísimas cosas que podemos hacer. Y las que podemos hacer, y las que podemos intentar antes de decir “no puedo”, las vamos a reconocer si estamos en la postura erguida y la actitud firme y despierta que es la propia del ser humano.
En esa actitud, tú eres más grande que este protocolo que te dicen que hay que aplicar (y no decimos con eso que los protocolos sean todos razonables o aplicables, pero hasta eso lo sabes solo si estás de pie), y reconoces que eres tú quien dice una palabra a la vida, que puedes dialogar con ella de tú a tú. Descubres además que es así, dialogando con la vida, respondiendo a lo que trae, como te vas haciendo una persona viva.
¿Podía haber sido de otro modo? Sí. Podría ser que Marga hubiera tenido su rato malo, o sus días malos por el agobio del protocolo que no sabe aplicar de primeras, que le viniera ese tan conocido “no puedo, es imposible, me muero”, y cuando alguien le dijera “ya verás cómo lo haces”, se hubiera enfadado con ese alguien porque “tú no sabes lo difícil que es esto”. Después, penosamente, porque tiene que enfrentar no solo las muchas indicaciones del protocolo sino su propia impotencia derrotada, lo hubiera hecho. Quizá después, si alguien le dice: “¿Ves como has podido? No hace falta que te pongas tan mal, si luego haces bien las cosas”, hubiera dicho “pero es que yo soy así”, reforzando su dramatismo como actitud ante la vida (a veces creyéndose incluso que es su agobio primero es el que le hace lograr las cosas).
O puede que, al ver que ha podido y que lo ha pasado tan mal, elabore un nuevo mensaje tóxico: “sí, lo he conseguido, pero qué difícil es todo”. Un aguijón más en el espinoso camino de la vida. Un poco más convencida de que sí, que vivir es difícil.
También puede decir, cuando le dicen que ha valido la pena y que ahora está contenta, “ya está hecho, paso página, no quiero pensar más en ello”. En ese caso, tampoco aprenderá de ese tesoro que tenemos, a la hora de vivir, en lo ya vivido. ¡Un tesoro más grande que el de la cueva de Alí Babá!
Por esto, vivir no es difícil. Hay un tiempo para experimentar que vivir es difícil, pero no será por cosas como esta ni por otras parecidas. Quien dice por esto que vivir es difícil, es que se enfrenta como impotente o inútil ante las cosas, cuando la realidad es que estamos muy bien hechos y podemos mucho.
En el proceso de aprender a vivir, habrá un tiempo de experimentar que vivir es difícil (y no será por estas naderías), y otro tiempo de descubrir que vivir es vivir. Que no es fácil ni difícil, porque no va de esfuerzo. Y que cuando es difícil, merece tanto la pena que no estás mirando ahí.
Como hemos dicho al principio y diremos en cada entrada de esta serie, aprender a vivir es un proceso. ¿Estás en él? ¿Quieres vivir, o seguir respondiendo a la vida en automático?
Puedes descargarte el audio aquí.
Imagen: Jakob Owens, Unsplash
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