Los acompañantes necesitamos, en primer lugar, saber escuchar. Esto se dice muy fácil, y sin embargo, después de años de practicar la escucha, de valorarla cada vez más como herramienta clave para encontrarte con las personas, para ayudarlas, para ofrecerles luz del modo que necesiten… te descubres interrumpiendo, anticipándote, imponiendo tu “experiencia” de mil maneras.
Vamos, que ese requisito fundamental de la escucha no es una cima lograda, sino un aprendizaje en el que los errores siguen enseñándonos aquello que nos falta para escuchar bien.
Esto, en referencia a la escucha. Como venimos diciendo, sin escucha no hay discernimiento posible. Con poca escucha, con mala escucha, con el ego que “se pone en medio”, no hay posibilidad de discernir. Y es que el discernimiento requiere, en primer lugar, de una buena escucha.
Desde la base de esa buena escucha, el discernimiento es, a su vez, todo un mundo. Un mundo mucho más sutil, mucho más costoso de aprender que la propia escucha de la que decimos que se alarga tanto tiempo.
En estas entradas venimos hablando de la relación entre la escucha y el discernimiento. Para seguir aprendiendo, te recomiendo un Taller que articula el discernimiento con la Palabra de Dios. Se llama Escoger lo mejor y lo encontrarás en este enlace. Empezamos una nueva edición en Septiembre.
También tenemos un taller de escucha, para aprender a escuchar. De este te digo lo que ya te he dicho más arriba, que hay que seguir practicando toda la vida. Lo tienes en este enlace.
Y está también el Taller de Acompañamiento, que empezaremos en 2026 y que es, como su nombre indica, para formarte como acompañante. Bien si llevas tiempo acompañando, bien si quieres dar tus primeros pasos. En este enlace te contamos más.
¡Que este sea un estupendo verano, lleno de Vida!
Imagen: Cristi Ursea, Unsplash
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