Sigo, seguimos reflexionando sobre la falta de madurez.
En concreto, hoy quiero fijarme en uno de los aspectos que te decía hace dos semanas: la dificultad para venir a nuestro interior, que se complica aún más con el miedo a la verdad que tantas veces, si escuchamos con honestidad, reconocemos.
Está la cultura, sin duda. Una cultura de la imagen que nos hace creer que todo lo que necesitamos, todo lo que en verdad importa, está ahí fuera. Que se compra y se vende, y solo hace falta que pagues lo suficiente para obtener lo que te falta. Que cuando logres eso (eso es lo siguiente, y luego lo siguiente, y lo siguiente, sin lograrlo jamás), serás feliz, habrás llegado a la meta, serás universalmente admirado y celebrado… muchos de nosotros llegamos a saber que es falso, y sin embargo, durante un tiempo nos sigue atrayendo… también aquí podemos hacer un camino para superar esta fantasía que no se da entre la gente que ha alcanzado alguna madurez (la gente madura ha dejado caer las fantasías, se interesa por las realidades, porque en ellas se da la vida).
Pero puede pasar que hayas superado, en todo o en parte, esa ficción que nos atrae hacia lo que está fuera y no por eso estemos en el camino de la madurez.
Es preciso superar esta etapa, y más necesario todavía entrar al propio interior. Hacerte amiga, hermana, madre o acompañante de ti mismo, de ti misma. Aprender a reconocer lo que hay en tu interior y amarlo todo. Luego habrá cosas que tienes que reorientar, otras que hay que intensificar, porque son más tuyas, o porque ayudan a crecer a otras que están más en la sombra, y que también son tuyas, aunque te cueste más vivirlas.
Algo que se nos suele olvidar aquí, y esto es lo que traigo hoy en esta reflexión sobre mi verano que voy haciendo contigo es que una cosa es saber, y otra vivir.
A veces es porque me cuentas que has hecho tales y tales formaciones, y eso te hace pensar que has aprendido mucho… a pesar que no eres capaz de reconocer, en lo concreto, la Vida aunque la tengas delante (mucho menos elegirla, aunque te la destaquen en luminosos).
A veces son las personas que porque tienen muchos años, te cuentan que les ha pasado de todo (¡ya se puede imaginar que en setenta, ochenta años, te han tenido que pasar muchas cosas!), y por eso creen que han adquirido experiencia. Sin embargo, si alguien con tantos años acumula amargura, guarda resentimiento, está vencida por el miedo o por la inseguridad o por el fracaso, no ha alcanzado madurez. Se ha quedado en su demanda, en su expectativa, en su necesidad, y se ha perdido lo que la vida traía, o se ha dejado aplastar por lo que se le venía encima…
El caso es que han vencido las circunstancias sobre la persona.
No vamos a hacer hipótesis aquí de por qué sucede, ¡hay miles, y somos tan complejos! Lo que quiero decir es que la madurez, como en la fruta que te decía el primer día, se adquiere a través de fríos y heladas, calores y tormentas, cuidados y descuidos sobre la planta o el árbol, y con todo ello, la planta va haciendo frente a lo que hay, y en eso va respondiendo desde lo mejor de sí, batiéndose con la realidad (esas condiciones tan imprevisibles), hasta dar lugar a esa fruta madura, jugosa, deliciosa.
Puedes descargarte el audio aquí.
Imagen: Julie Blake Edison, Unsplash
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