Te decía la semana pasada que me ha impresionado la falta de madurez que me he encontrado en algunos entornos que han sido los míos este verano. Igual podría preguntarme que por qué me sorprendo tanto, si escucho a muchas personas y tengo una idea bastante cabal de cómo es nuestra sociedad, el entorno que me rodea… puede ser que estuviera un poco más entusiasmada que lo que corresponde con las personas que conozco. Puede ser que me han mostrado una cara suya que ocultaba este aspecto, central por otra parte. Puede ser. Seguramente, no me ocultaban nada conscientemente, y quizá ellas tampoco se hayan dado cuenta. Puede ser.
Lo que me parece es que en esta ocasión he visto a estas personas en grupo, y cuando estamos en grupo, nos dejamos llevar por el grupo: si el grupo, por el motivo que sea, tira hacia arriba, las personas que lo forman irán hacia arriba. Si el grupo tira para abajo, quienes hace una hora estaban centradas, centrados, respondiendo a la vida desde donde desean, desde lo mejor de sí, ahora pueden infantilizarse, difuminarse, confundirse, descentrarse. Perderse, si la presión grupal presiona mucho.
Es bueno saberlo, y por eso te lo digo. Porque si lo sabes, si sabes que el grupo hace esto en ti, puedes invertir su tendencia. Si no lo sabes, te llevará y encontrarás algún argumento para justificarlo. A pesar de que una hora, o media hora antes, has dicho otra cosa.
A la vez, quisiera ahondar un poco más. Creo que todos somos conscientes de la fuerza del grupo. De que el grupo desbarata nuestros mejores deseos si no somos conscientes de su fuerza, y también de que cuando soy consciente de la fuerza del grupo, puedo desarrollar recursos para enfrentar esa fuerza si sé que esto, que me ha ocurrido, me puede volver a ocurrir. Ya lo decía Jesús: el espíritu está decidido, pero la carne es débil. Así que saberlo no es lo de menos.
Pero también hemos de tener en cuenta de que esto que decimos aquí no es solo una cuestión psicológica: no se trata solo de que la fuerza del grupo influye sobre el sujeto que soy. Esto está, es así, pero no es todo, ni es lo más importante. También está esa dimensión espiritual: tu espíritu quiere eso que has visto tantas veces que te da vida, pero la carne teme a la dificultad, a que te aparten, a que te vean raro, a que no te entiendan… Habrá que ver si es la dimensión espiritual o la psicológica la que lleva el control en tu vida.
Además de la espiritual y la psicológica, importa mucho también la dimensión existencial. La dimensión existencial atiende al cómo te manejas en el vivir cuando, habiendo integrado lo que te corresponda a nivel psi, vas desarrollando a la vez lo que toca al vivir (la dimensión existencial que decimos), y a nivel espiritual (que te permite reconocer, no de modo teórico sino experiencial, que tu vida es referencia a Otro y por Él, a otros), que va haciendo de ti la persona que reconoces en tu interior que estás llamada, llamado a ser. No la que te construyes porque crees que eso gustará a los demás, o les ayudará, o por la que te admirarán, sino la que llevas dentro, la única que en verdad eres.
Cuando vas haciéndote consciente de este ser, mantienes una relación con los demás que está, al mismo tiempo, con ellos- para ellos y desde ti, escuchando esa voz interior que te ayuda a ser quien llevas dentro.
Cuando vives desde aquí, el grupo deja de imponérsete.
Puedes descargarte el audio aquí.
Imagen: Meredith Isabelle, Unsplash
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