En estas entradas estamos viendo la relación que se da entre la escucha y el discernimiento. La relación es estrecha puesto que ambas se requieren mutuamente, y de la relación que se dé entre ambas tendrá lugar una buena o una mala apertura a la persona que tenemos delante.
Porque la escucha siempre supone apertura. A las personas, a los hechos.
Lo que vamos a ver en esta entrada es que la escucha es el paso previo, e imprescindible, del discernimiento.
Magaly está dolida con su hijo adolescente. Nico les ha mentido, y ella se siente mal. Se lo hace saber a Nico, quizá durante un tiempo más prolongado de lo necesario. Antón, su marido, le reprocha después que al hablar con Nico, Magaly se ha fijado más en “el dolor que me produce que nos mientas y no confíes en nosotros” que en lo que ha hecho Nico y en los motivos por los que lo ha hecho. Magaly se ha enfadado con Antón, está dolida con Nico… se siente mal, se siente fatal.
Magaly ha escuchado a Nico, pero solo ha visto lo que se refiere a ella. Le decía después a Antón, antes de que él le diga lo de que “no has mirado a Nico”, eso de “¡¿qué hemos hecho mal como padres para que nuestro hijo nos mienta?!”. Ahí es donde Antón le dice que sobre todo hay que mirar a Nico y al porqué lo ha hecho. Porque de ese modo le ayudan, y porque así, Nico podrá seguir confiando en ellos, que es de lo que se trata. Así lo hace Antón, de hecho, solo que ahora lo hace solo.
Ya ves que Magaly lo ha hecho mal. Ha escuchado sobre todo lo que se refiere a ella, y no lo que se refiere a Nico. Lo ha hecho mal porque ha valorado por encima de todo la mentira, que a ella le parece lo peor, y no los motivos de la mentira, que le hubieran permitido volverse a Nico. Lo ha hecho mal, en primer lugar, porque se ha puesto a sí misma por delante: su modo de valorar la realidad en general, su pena y el enfado contra quien le lleva la contraria, llena de razón como está. Luego, se ha enfadado con Antón. En el fondo, porque no mira como ella. En el fondo, porque su reacción, más abierta, más templada, hace que ella se sienta juzgada. Recurre entonces al enfado con Antón, que llenará interiormente de razones, para justificar su situación.
Es desde ahí, desde ese bucle en el que se ha metido, desde el que intentará después de unos días hablar con Nico, que ya está en otra parte. Le ha costado salir de su malestar, y poco a poco, se va sedimentando en ella una frustración, una amargura que no sabe resolver y que arrastrará mucho tiempo. O quizá siempre.
Aquí tenemos una mala escucha, que hace imposible el discernimiento. Y es que cuando todo se empaña de nuestras emociones, de ego en definitiva, no se puede discernir. Ni vivir.
Imagen: Jon Tyson, Unsplash
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