En estas entradas estamos viendo la relación que se da entre la escucha y el discernimiento. La relación es estrecha puesto que ambas se requieren mutuamente, y de la relación que se dé entre ambas tendrá lugar una buena o una mala apertura a la persona que tenemos delante.
Porque la escucha siempre supone apertura. A las personas, a los hechos.
Lo que vamos a ver en esta entrada es que la escucha es el paso previo, e imprescindible, del discernimiento.
A Daniel le ha costado mucho llegar a donde está. Tenía un trabajo que le gustaba, y cuando se ponía en la situación de tener que volver a su país y cuidar a sus padres, tan mayores (es hijo único), se angustiaba tanto que dejaba de estar en lo que estaba y se pasaba bastante rato, sobre todo en las noches, angustiado por ese futuro que imaginaba. Una, y otra, y otra vez.
Ahora, ese futuro temido ha llegado. Ha tenido que volver a su país, ha encontrado un trabajo que no le desagrada tanto como imaginaba y que le permite salir unas horas de casa, y el resto del tiempo lo pasa cuidando a sus padres, que no pueden estar solos.
La sorpresa es que el futuro temido no es como imaginó. No vive, en su vuelta a la casa de su infancia, al barrio de su infancia, a los vecinos conocidos, a la vida tan sencilla, nada de lo que había imaginado. No solo no está mal, sino que se encuentra bien porque puede aceptar su presente, su realidad, y aceptar lo que se da. Al principio tuvo sensación de “vida pequeña”, pero ya ni siquiera percibe eso. La sensación de fondo es que está donde tiene que estar, y tiene todo lo que necesita para vivir. Como él explica, “no solo vivir a nivel de básicos, sino todo lo que necesito para vivir”. Sorprendentemente para él, está bien.
¿Qué ha aprendido Daniel de esta situación? En primer lugar, que esas proyecciones suyas de un futuro espantoso eran solo eso, lo que su imaginación, desde lo bien que se encontraba entonces, le hacía creer. Ahora ve, escuchando la realidad presente, de vuelta en su país para cuidar a sus padres, que “está bien”. Esto no ha sido fácil, no se ha dado a la primera (de esto hablamos a continuación), pero después de un tiempo de adaptación, reconoce que “está bien”. Esto ha requerido, para lo que nos interesa, de una escucha honesta de sí mismo en estas circunstancias. Ha requerido plantarse en esta realidad, en vez de huir de ella con la imaginación, con el recuerdo, con la nostalgia.
Este reconocimiento de la realidad que vive, unido al reconocimiento de las trampas que le llevaron a evadirse de la realidad (la imaginación que pintaba este “hoy” como lo peor), y ahora en su país, la tentación de volverse al pasado como “lo mejor”, han hecho que pueda reconocer las bondades del presente, la realidad de que es aquí donde ahora quiere y tiene que estar. Todo ello le ha llevado a la constatación de que “está bien”.
Cuando nuestra escucha, en este caso de los hechos, es buena, nos lleva a un buen discernimiento. Y ambos, la buena escucha y el buen discernimiento, que parten de la verdad, dan lugar a un “acuerdo” con la realidad que nos hace descansar internamente, “estar bien” aunque las circunstancias sean difíciles.
Imagen: Sam Wong, Unsplash
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