[333] 5ª regla. La quinta: debemos mucho advertir el discurso de los pensamientos; y si el principio, medio y fin es todo bueno, inclinado a todo bien, señal es de buen ángel; mas si en el discurso de los pensamientos que trae, acaba en alguna cosa mala o distrativa, o menos buena que la que el ánima antes tenía propuesta de hacer, o la enflaquece o inquieta o conturba a la ánima, quitándola su paz, tranquilidad y quietud que antes tenía, clara señal es proceder de mal spíritu, enemigo de nuestro provecho y salud eterna.
Si la cuarta regla nos advertía de los resultados, del fruto que sale de un buen comienzo, la quinta regla nos ilustra sobre el proceso, esto es, “el discurso de los pensamientos”: si el comienzo es bueno, continúa bien y da lugar a un fin bueno, podrás reconocer ahí que el buen ángel te está inspirando; mientras que si, a lo largo del proceso (“el discurso de los pensamientos”), lo que empezaba bien acaba en algo malo o en algo que, sin ser malo, te saca de lo bueno; o en algo que, sin ser malo, es menos bueno que antes; o te encuentras con que donde tenías paz ahora experimentas inquietud, o temor o confusión, ahí reconocerás la presencia del mal espíritu.
Aquí tenemos que hacer alguna matización, no para negar lo que se afirma en esta regla, sino para aprender a leer:
Vamos a suponer que una persona es psicológicamente insegura y en cambio, a nivel espiritual vive a nivel teologal –el nivel teologal es este que vamos diciendo que es propio de la Segunda Semana, en el que la persona vive atraída por Dios y quiere lo de Dios y no busca, al menos conscientemente, lo propio-.
Es posible que cuando a esta persona le cuestionan en algo (ni ponemos qué puede ser, para no distraernos con ello), su reacción espontánea a nivel psicológico sea la de desanimarse y desmerecerse, pero que sin embargo, una vez que se fundamenta en lo espiritual (que sea antes o después dependerá de su grado de comunión con Dios), recupera el vigor y lo espiritual se convierte en la referencia desde la que la persona se sitúa.
Decimos esto para subrayar que cuando hablamos de que a la persona se le quita su paz, tranquilidad y quietud, no estamos hablando del nivel psicológico, sujeto a lo inmediato, sino del fondo espiritual en el que la persona con vida teologal habita.
Me presenté ante vosotros débil, asustado y temblando de miedo. Mi palabra y mi predicación no consistieron en sabios y persuasivos discursos; fue más bien una demostración del poder del Espíritu, para que vuestra fe se fundara, no en la sabiduría humana, sino en el poder de Dios. 1Cor 2, 3-5 (Aclaremos que nada indica que Pablo fuera una persona psíquicamente insegura, pero el ejemplo nos ilustra sobre estos dos niveles).
Por eso, si vemos que una persona está “débil, asustada y temblando de miedo” no es para decir inmediatamente que eso significa que ha perdido “la paz, tranquilidad y quietud que antes tenía”, sino que habrá que discernir a qué nivel nos referimos.
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Pongamos otro ejemplo para descubrir otros matices: supongamos que has empezando el día muy bien, abiert@ a Dios, deseando vivir con Él lo que el día traiga… y que a media mañana, sin saber por qué, tienes una cierta sensación de peso, oscuridad, temor, etc… es pequeño y no sabes por qué tu moción (sentimiento espiritual) ha cambiado. Igual en ese momento no puedes preguntártelo, porque estás trabajando, porque… lo que sí puedes en este momento es reorientarte a Dios y rechazar esa sensación que te oscurece y te aleja de él.
Este es un ejemplo de una cosa muy pequeña que solo quien vive en comunión con Dios de modo habitual percibe en relación a él, y por eso, antes incluso de hacer ese examen del discurso de los pensamientos que sin duda hay que hacer, se vuelve a Dios y le renueva, junto con su pequeñez, el deseo de vinculación con él (luego se preguntará por lo sucedido, si es caso, para saber qué cosas le mueven y reorientarse hacia Dios en lo concreto; pero lo que importa es cuidar esta vinculación fundamental).
Estos ejemplos vienen a mostrar algunas situaciones posibles en relación a las reglas. Y buscan indicar que las reglas que propone Ignacio, tan lúcidas y acertadas, no han de aplicarse tal cual a todos los casos, sino que deben emplearse, a su vez, con discernimiento y sabiduría.
Imagen: CMDR Shane, Unsplash
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