En estas entradas que dedicamos al acompañamiento vamos a ver distintas cosas que hace el acompañamiento en las personas. A lo largo de los meses iremos recogiendo experiencias que responden a la pregunta: ¿qué ha hecho el acompañamiento en mí?, siempre con la intención de darte a conocer qué es el acompañamiento o, si lo conoces, para que te confirme en tanto de bueno como trae a tu vida.
Si hay referencias personales, cambiaremos los datos para preservar la confidencialidad.
En esta ocasión es Laura S. la que nos cuenta su experiencia.
Hace muchos años, cuando empecé el acompañamiento, lo que más me sorprendió fue la sensación de sentirme leída a nivel de corazón. Había alguien que veía en mi interior y era capaz de poner palabras a mis anhelos, miedos, deseos, esperanzas más profundas….. mejor de lo que yo misma sabía. Lo que era un absoluto misterio para mí de mi misma, resultaba evidente para mi acompañante.
Me vi reconocida en sus palabras y mirada con unos ojos nuevos. No con los de la exigencia, los reproches, las culpas, o las etiquetas que arrastramos desde pequeños, sino con una mirada nueva que me devolvía una imagen distinta de mí. La mirada de Dios que nos mira con inmenso amor y ve infinitas posibilidades en cada persona.
Esa mirada me fue enseñando quien era yo y sobre todo quien no era yo.
Para mí el acompañamiento es la certeza de que Dios se hace presente en tu vida a través de una persona humana a la que inspira una palabra para ti. En ocasiones será una palabra de consuelo, de aliento, otras será una corrección, o la denuncia de que has extraviado el camino. Pero siempre es una mirada que cree en ti más allá que tu mismo. Que sabe que en cualquier situación, por dura que sea, hay esperanza.
No impone ni dirige, pero sí que sugiere, indica. En ocasiones no será más que una pequeña luz para poder dar el siguiente paso, o una mano amiga que te sostiene en un momento difícil. Lo justo para no perder la esperanza y seguir. Experimentar que no estás solo. Que Dios está contigo y te acompaña a través de esta persona a la que puedes ver y oír.
A través del acompañamiento vas aprendiendo a reconocer el modo como Dios habla contigo. Te ayuda a quitar estorbos para encontrarte directamente con Él. A no despistarte en cosas que no son para ti y a ir reconociendo la voluntad de Dios para tu vida. Tu camino único e irrepetible.
Hay personas a las que Dios acompaña directamente, sin mediaciones humanas. Creo que son las menos y que habitualmente suele ayudarse de otras personas para esta tarea: voz humana que te ayuda a reconocer la palabra de Dios en tu vida.
El acompañante no es un mago, ni un adivino, simplemente ha recibido como don luz del Espíritu Santo para ver dentro de las personas. En mi caso supuso un gran descubrimiento constatar que no era algo exclusivo de mi acompañante. Sucedió en unos Ejercicios. Me vi leída por otra persona que no era mi acompañante habitual y experimenté que lo que esa persona me decía no podía saberlo más que por inspiración de Dios.
De igual manera, también he tenido experiencias negativas con acompañantes en los que no he reconocido esa mirada de Dios sobre mí. O por lo menos no en aquel momento. Tal vez era yo. Tal vez no. Pero como en todo, al elegir acompañante creo que hay que contrastar si realmente es el tipo de acompañante para ti, para ese momento.
Y por último nada mejor que la secuencia de Pentecostés para dejarnos iluminar sobre la acción del Espíritu en nuestra vida, en este caso a través de la mediación del acompañante:
Ven Espíritu Divino,
manda tu luz desde el cielo,
Padre amoroso del pobre;
don en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si Tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus Siete Dones
según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.
Puedes descargarte el audio aquí.
Imagen: Elia Pellegrini, Unsplash
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