En el acompañamiento, que toma tantas formas, es preciso calibrar todo el tiempo. En este caso, la madurez de la persona que tienes delante. Esto hace falta, también, en la mayoría de las conversaciones cotidianas. En el acompañamiento que hacemos en VivirVivir, existencial y espiritual, sin duda es un elemento que es preciso tener muy en cuenta.
Y es que según sea la persona que tengas delante a nivel de madurez, debes acompañarla de un modo u otro.
Está Luisa, que tiene una dificultad enorme para escuchar. No que tenga un problema de oído, sino que filtra inconscientemente los mensajes que no le interesan, los mensajes con los que no sabe qué hacer, aquellos que ha decidido que va con ella. Pero si le pasa eso, lo primero que habrá que hacer (intentar) es confrontarla con esa dificultad de escucha para que se haga cargo de ella. Para eso, examinaremos algunas posibilidades: si los mensajes que no le interesan, por empezar por lo primero, no le interesan porque de verdad no van con ella o porque ha decidido pasar de una realidad que es y a la que no quiere atender. Y si ignora una realidad que es, ¿es porque tiene miedo, porque no sabe cómo, por otro motivo…?
Así, tendremos que ir confrontando a Luisa para que afronte su falta de escucha. Si no puede reconocer la realidad en su totalidad sino solo en lo que le agrada o interesa, no puede madurar, porque la madurez requiere la acogida de la realidad tal como viene, para aprender a crecer y desarrollarte con esas cartas que la vida trae.
Está Simón, que hace muchos años tomó la decisión de ser “alguien que ayuda” y que ahora se dedica a eso, a ayudar. En este tiempo él mismo se va dando cuenta de que durante todo este tiempo se ha aislado interiormente, ocupando una posición asimétrica en todas sus relaciones, también en las que no deben serlo. Está reconociendo también que le cuesta descansar, y que él mismo no sabe pedir ayuda. Hemos empezado por este camino, y al irse preguntando por los motivos que le llevaron a ser “alguien que ayuda”, Simón se está dando cuenta de que ha querido construirse un rol en el que hacerse valioso para sí y para otros. Está dándose cuenta de que, con todo lo bueno que era su propósito, tiene más de Simón de lo que pensaba. Empieza a entrever que habrá que dejar caer muchas cosas (entre otras, ese ritmo incesante), y no sabe si le va a ser posible.
Simón desea vivir conforme a lo que es. Pero lo que ha hecho de sí mismo, y que ahora debe replantearse, le tiene demasiado cogido, hasta el punto de temer que no le será posible ser otra cosa que lo que ha hecho de sí. Ahora sabe que la madurez tiene que ver con lo que realmente somos, y no con lo que hemos construido, por bueno que sea.
Este es el camino que el acompañante recorre junto a Simón.
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Imagen: Hossein Beygi, Unsplash
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