Puedes descargarte el audio aquí.
Cuando escuchamos todo lo que se refiere al cambio climático y a los macroproblemas medioambientales de nuestro mundo, a menudo nos viene un sentimiento de impotencia, de “y yo qué puedo hacer” que, si venimos a ser honestos, nos deja bastante mal porque a la primera se detecta que esa respuesta tan fácil es justificatoria y no pretende implicarse.
Hoy he leído un post que no se conforma con esta respuesta fácil sino que va más allá. Es la “Guía de los vagos para salvar el mundo”, y puedes descargártelo aquí. En ella se habla de cosas que puedes hacer desde tu sofá, cosas que puedes hacer en casa, cosas que puedes hacer fuera de casa… Cosas, todas ellas, que son un paso en la lucha contra el caos, la insolidaridad, la injusticia, contra el deterioro del medio ambiente, de la desigualdad.
Algunas son muy sencillas, hasta útiles para ti, como pagar tus facturas en línea en vez de utilizar papel, congelar la comida que te sobra para que no se estropee o evitar las compras impulsivas. Otras pueden darte un poco más de trabajo, o también producir una cierta incomodidad, como compartir una publicación interesante sobre temas como el cambio climático, los derechos de la mujer o la voluntad de aprender a vivir, en vez de dar a “me gusta” que no comparte nada; sustituye los electrodomésticos por un modelo energético más eficiente, comprar fruta de aspecto raro para que no vaya a la basura.
Otras te comprometen más: pide a las autoridades locales y nacionales que no dañen a las personas ni al planeta, firmando esta petición para que los líderes lleguen a un acuerdo para reducir las emisiones de carbono; utiliza fertilizantes orgánicos, que consiste en emplear los restos de alimentos como abono puede reducir los efectos del cambio climático al mismo tiempo que se reciclan los nutrientes. Y sigue: “Compre productos de segunda mano. Las cosas nuevas no tienen por qué ser las mejores. Visite tiendas de segunda mano para ver qué puede volver a utilizar. Done lo que no utiliza, para que sirva a otros.” Sigue así… puedes verlo en el enlace.
Ya ves cuántas cosas se pueden hacer para actuar frente al cambio climático. Igual lo nuestro no es salir a la calle como Greta Thurnberg, pero hay muchas cosas que sí lo son. Muchas cosas que podemos hacer por aquello que nos importa.
¿Y qué tiene que ver esto con vivir, dices? Nuestro planeta es un asunto de todos. El implicarnos en aquello que es nuestro, en el mundo que queremos dejar a los que vengan detrás, en el mundo que queremos devolver a Dios, ¡salió hermoso de Sus manos! ¿Podemos llamar vida a esa existencia que cierra los ojos ante la catástrofe, que se desentiende de las víctimas, humanas, animales, vegetales, que cierra los ojos a las consecuencias que esto tendrá en el futuro?
En los humanos, la vida convive en esa tensión entre lo inmenso y lo pequeño: lo inmenso del reto que se nos propone, lo pequeño que cada cual puede hacer. En esa tensión, vivida abierta y confiadamente, encontramos nuestro lugar.
Otra ventaja es que ese lugar se va encontrando a través de un proceso. Quizá hoy no haces aún ni la mitad de lo que se dice en este post, pero si reconoces que “lo bueno nos hace bien”, irás implicándote más, paso a paso, en favor de estos modos de hacer que se rebelan no autorreferenciales sino solidarios; que no desprecian lo pequeño por ser pequeño, sino que reconocen la potencia de esa tensión en la cual conviven lo pequeño y lo grande.
Seguirá habiendo muchos que se desentiendan, que cierren los ojos, que se burlen de estos pequeños intentos. También en la naturaleza hay parásitos. Pero tú, en este mundo bellísimo que se nos ha confiado y que puede destruirse si lo maltratamos, ¿de qué lado te quieres situar?
Imagen: Boris Baldinger, Unsplash
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