Vamos a dedicar esta serie de entradas a contemplar el proceso que hacemos en relación al amor. Ese proceso que nos lleva de vivir desde el amor desde nuestra idea a ese otro Amor que sobrepasa toda idea. Y lo vamos a hacer a partir de algunas instantáneas. De algunos momentos captados al vivir. La intención es que nos ayuden a preguntarnos sobre nuestro modo de amar, desde ese vivir amando que se da en la vida.
El proceso tiene, como primera etapa, aquella en la que llamamos amor a lo que es, en realidad, nuestra idea del amor. Este del cual son representantes distinguidos los maltratadores, esos hombres o mujeres que nos exigen ajustarnos a su idea de amor y amenazan destruirnos si no la realizamos. Pero ocurre que, si nos ponemos a mirar, hay muchos grados de maltrato en cuanto al amor se refiere.
Los ejemplos que ponemos pueden darse también en otras situaciones. Aquí los estamos leyendo como ejemplos de esa situación dominada por el ego.
Están quienes maltratan física o psicológicamente a quienes, sometidos a ella del modo que sea, no responden a sus expectativas, en tal grado que ahogan la vida de aquellos que los padecen.
Francis, Ana, no dejan que la vida crezca a su alrededor: cualquier iniciativa, cualquier muestra de alegría, cualquier movimiento de vida a su alrededor la ahogan con violencia porque la experimentan como rechazo a lo suyo.
En un grado menor, viven también desde su idea del amor quienes hacen sentir a aquellos a quienes “aman” que no han satisfecho esas expectativas, de tal manera que viven “pesarosos” en relación a ellos incluso si hace tiempo que olvidaron cuáles eran aquellos requerimientos.
Sonia o Gaby, cuando tienen noticia de que alguno de sus amigos ha quedado sin contar con ellos se hacen presentes para hacer ver a los “traidores” que los están olvidando, con lo bien que se portan ellos/con lo solos que están, etc.
Están quienes critican aquellas conductas que no entienden, que no son las suyas, desde esa crítica que se revela ciega para los demás.
“La gente es imbécil”, “Fulanita me cae fatal… porque no ha hecho/ha dicho (algo diferente de lo que yo)…” Estos juicios nos separan de los demás, y manifiestan que está por delante lo que yo veo, y no la persona en sí misma.
Dominados por el ego, no podemos ver al otro. Y si no podemos ver al otro, el amor se convierte en objeto de intercambio: te premio con él, te castigo sin él, te controlo dándote caricias tasadas, te quiero hacer sentir que la vida viene de mí, que sin mí no tienes, no eres. El que así vivimos, el que así damos, es un amor a la medida de mi ego: un amor que te doy para que me lo devuelvas, exigiendo tanto más cuanto mayor es mi ego. Ignorando tanto más el amor cuanto más lo usas como moneda de cambio.
De lo que no nos damos cuenta es de que este amor que se usa, como un objeto más, nos esclaviza también a nosotros, que resultamos dominados por ese amor que es material de intercambio:
¿Sí? Ahora yo también te cierro el corazón… ¡decimos cosas así, sin darnos cuenta de que este modo de actuar es muerte! Es difícil amar a quien no nos ama, a quien creemos que no nos ama, pero dejar de amar, es estar muertos.
Si te ha hecho pensar, o preguntarte, sea para asentir o para discrepar, ¡seguimos en los comentarios!
Puedes descargarte el audio aquí. La voz y el cariño los sigue poniendo Aran Martínez Odria. ¡Muchas gracias, Aran!
Imagen: Mariel Reiser, Unsplash
Vivir desde “mi idea del amor” no es amar. En realidad no es nada. Todo lo más un impulso hacia adelante. Es mi experiencia. ¡Qué bien si en estas entradas avanzo en el camino hacia dentro! ¡Tan humano y tan concreto! Gracias, Teresa
Gracias por compartir tu experiencia, honesta y arraigada en la vida, María Luisa. Y sí, vamos a intentar avanzar un poco en ese camino que nos llevará más allá. Una propuesta sencilla que nos pueda servir para la vida.