Creo que no te lo he dicho… a ratos, soy profesora de Espiritualidad. Me gusta enseñar algo que vale tanto para vivir, que abre horizontes y que –este año, no siempre es así-, entusiasma también a los alumnos. Vamos, que disfruto mucho con ello.
A lo que voy… la semana pasada, una alumna hizo una pregunta. No voy a poner la pregunta porque nos puede distraer de lo que vengo a contarte, que tiene que ver con esto del discernimiento que va a ser el asunto de este post y de los siguientes, si Dios quiere.
La pregunta era de esas de “respuesta cerrada”: “¿qué le puedo decir a una persona que me dice que (aquí pon lo que tú quieras, algo que te cueste responder o que, directamente, no sabes cómo se responde)?”. Puede ser “¿Qué le digo a una persona que me dice que todos los negros son…?” o “¿Qué le digo a una persona que dice que la vida no tiene sentido?” o… lo que tú quieras, como te he dicho.
A mí me gustan estas cosas, la verdad. Porque nos abren a mirar de otro modo, porque cambiamos el ritmo de la clase y porque todo el mundo se sube al carro de preguntarse.
Para responder a la pregunta, les lancé a ellos otra pregunta: “¿Cuáles son los motivos que puede tener una persona que dice que la vida no tiene sentido?”
Y empiezan a salir respuestas: unas son psicológicas, del tipo “está depresiva”, otras existenciales, “ha vivido alguna situación que le ha dejado al aire” o “puede ser inmadurez”; otras son enjuiciadoras/temerosas: “habría que decirle que no puede decir eso, porque la vida siempre es más”; otras son compasivas: “tiene que tener un gran dolor para decir eso…”; otras son cautelosas: “para saber cómo lo dice, hay que ver en qué tono lo dice…” o respetuosas: “yo no le diría nada hasta saber más…”.
Después de que hemos visto unas cuantas respuestas, las que hagan falta para tener una visión suficiente de esa pregunta que nos hemos hecho, les volví a lanzar la cuestión que se había planteado al principio: “¿Qué le dices a una persona que te dice que…?”. Ahora, para todos estaba más claro que no hay una respuesta enlatada con la que puedas responder a esa pregunta, sino que lo primero será mirar a esa persona y saber qué es lo que ella, en concreto, está diciendo en esta ocasión.
Es decir: no sólo no hay una respuesta “enlatada” para responder a lo que nos plantean, sino que es preciso dejar de lado mis ideas si quiero comprender de verdad lo que esa persona me está diciendo. Y ese empeño en descubrir la verdad y ponerla al servicio de la persona[1] con la que nos encontramos –que puede ser esa que te hace la pregunta, o puedes ser tú mism@-, cuenta con la capacidad de discernir para situarse entre las muchas opciones posibles.
Dicho de otro modo… el discernimiento es el que me permite salvar la distancia entre esa afirmación que hace la persona –“la vida no tiene sentido”- y las numerosas respuestas posibles. El discernimiento me permite reconocer cuál es la palabra que corresponde decir a esa persona, desechando todas las demás porque no le convienen a ella en esta situación. Por eso, el discernimiento hace posible que mire a la persona que tengo delante con tanta atención y tanto amor que se desbaraten mis prejuicios y pueda ver qué es lo que conviene a esta persona aquí y ahora.
Como iremos viendo, el discernimiento está hecho de muchos elementos. El primero de todos es esta voluntad de dar respuesta a la persona concreta con la que me encuentro, buscando lo que le da vida a ella en este momento, en vez de pretender someter a la persona a lo que a mí me parece “correcto” o “bueno” o “deseable”…
Según esto, discernir va a tener que ver con priorizar a la persona.
Esto no quiere decir que para discernir tengamos que atender únicamente a esta dimensión subjetiva. Hay otras dimensiones que tenemos que tener en cuenta igualmente, y las veremos en el siguiente post.
Seguro que reconoces la importancia del discernimiento para tu vida, para las relaciones, para la vida… ¿qué tal si nos cuentas por qué es importante para ti?
[1] El discernimiento también se aplica a los grupos, pero para situarnos empezaremos por centrarnos en la situación personal…
Imagen: Bryan Fernández, Unsplash
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