Mariela se acaba de casar. Está feliz, no solo por la boda, que fue preciosa, por el cariño de todos, por tantas sorpresas. Juanluis y ella están hablando de tantas cosas preciosas que han sucedido desde el día en que decidieron casarse: la alegría enorme que tenían, las ganas de hacerse felices mutuamente, el deseo de abrir su vida a otras personas: a los de la cárcel donde son voluntarios, a sus padres que van haciéndose mayores, a los hijos si vienen… recordaban también reacciones de su familia al decírselo, de sus amigos, de las compañeras del trabajo y de los del bar… detalles que la gente ha ido teniendo, cosas que les contaban, ideas que se le ocurrían a este o al otro y que han hecho que todo haya sido, al final, ¡increíble!
Seguro que conoces esta experiencia de volver sobre los hechos uno a uno, una vez y luego otra, emocionándote de todo lo que ha pasado y que ha sido tan bueno. Te alegras cada vez que lo recuerdas, cada vez que ves una foto y vuelves sobre todo lo que pasó, cómo fue, etc…
Así hacemos también con las cosas duras que vivimos. No con tantas ganas, ni con tanta alegría, pero volvemos sobre nuestros pasos: qué fue primero y qué vino después, qué dijo M. cuando le pedí ayuda, aquí fue donde S. me acabó de destrozar, este fue el sitio en que se me cayó el mundo, me has roto el corazón o nunca más…, frases o imágenes que te repites una y otra vez.
Como ese es el proceso, eso es lo que hacemos también en LA FUERZA DE LA VIDA. Recorremos contigo las etapas del sufrimiento, pero atendiendo a que pases a la siguiente sin quedarte bloqueada en ninguna. Recorremos cinco fases, desde esa fractura primera en que el sufrimiento te alcanza (en pequeño si es poco, en grande si es grande), hasta ese momento final en que te encuentras a ti mismo de un modo que no podías imaginar. Un proceso en el que, a través de las etapas por las que el sufrimiento ha de pasar hasta que llegamos a integrarlo, descubrimos cosas importantes del vivir. Nos hacemos más humanos, más vivos.
Toda una anatomía del sufrimiento: de este modo se imprime más en nosotros, pero también nos da ocasión de irnos desprendiendo y liberando cuando toque.
Es verdad que es un trabajo duro. Pero sufrir también lo es, y no siempre logramos que del sufrimiento salga vida.
Ojalá te animes. Aprender a enfrentar el sufrimiento nunca es fácil, ni agradable, ni cómodo. LA FUERZA DE LA VIDA te ayuda a reconocer que hay que afrontarlo desde la certeza de que, siendo parte de la vida, conviene abrirse a él para que nos dé vida.
Aunque no sea fácil, ni agradable, ni cómodo, es real, poderoso y nos abre a la vida.
Puedes descargarte el audio aquí.
¿Cómo te suena todo esto? ¿Te sumas a los que queremos vivir con todo? ¡Qué ganas de ver tu aportación en los comentarios!
Imagen: Filipe de Rodrigues, Unsplash
Deja una respuesta